Soy lo acaecido de una realidad
que quisiera no haber contraído.
Hubiera escogido antes no ser nada
que surgir donde nunca debiera estar.
La luz resplandeciente del éxtasis
es ya un crepúsculo que progresa
hacia la noche negra de los sueños.
Ahí perduran afónico los secretos.
En ese enigma de dudas me refugié
y en el mundo cerrado de los dioses,
los que cambiaron mi destino
imponiendo sentencia a mi necedad.
Por encarnar en el lugar desacertado
se inquietaron más por mi comenzar.
En vez de darme infinidad de dones,
me impusieron aún más desventuras.
A pesar que vinculaba con Estambul,
florecí en una tierra que no era la mía.
Las diosas disgustadas se ausentaron;
sin embargo, yo no me aparté de ellas.
Jamás aliviasteis un momento mi tristeza
ni recibí de vosotras el sostén íntegro
para que aún sigáis asediando mi alma,
privándola de toda clase de satisfacción.