Al este de la eternidad
En uno de sus breves, enigmáticos y bellos poemas, la gran Emily Dickinson alertaba acerca de que las almas sensatas suponen que dormir es cerrar los ojos simplemente… Al sueño, como a la aurora, la genial solitaria de Amherst lo viene a situar al este de la eternidad (East of Eternity), y eso es precisamente el albor del día (That is the Break of Day!).
Durante toda una vida, Amelia Moncada Georgiades, una mujer de accidentada biografía, orígenes incógnitos y elegida por el daimon creador, ha esperado el ‘romper del día’, inmersa en su sueño de esperanza. Durante toda una vida…, decimos, y, sin embargo, Amelia ha tenido varias vidas (Las vidas de Amelia fue el título de un prólogo mío al primero de sus libros, Vuelo de pensamientos, de 2009); aunque el cabo suelto, el verdadero hilo de su vida -la lana védica del principio-, Amelia la prendió en sus ‘retornos’ a Estambul, lagar de sus ancestros.
Autora de libros poéticos impecables, como Sigue el secreto y otros poemas (2010), Una misteriosa ola (2012) y el último de ahora, Sola en un rincón de Oriente (Editorial Círculo Rojo. Sevilla, 2013-2013), esta poeta, autora de cuentos y memoralista (está en proceso narrativo su libro autobiográfico La hija de la griega) nos llega al corazón, o como escribe el prologuista de su reciente poemario, el mexicano residente en Carolina del Norte (EE UU) Ricardo Mariano Solorio, “llegó para asentarse en nuestro corazón, por su honestidad, profundidad y emoción”.
Sola en un rincón de Oriente, con su bella portada de una panorámica nocturna del Estambul de los años sesenta, debida a la cortesía del fotógrafo turco Ara Güler, insiste en la nostalgia de lo desconocido y presentido con el alma… Poemas dedicados a maestros literarios, como Lugar soñado (Rainer Maria Rilke en Ronda); a amigos en la memoria, como Una vida truncada, dedicado a Charo Román; a seres queridos del presente y del pasado, lejanos en la distancia pero no en el tiempo; y, la cada vez más amada y recuperada Estambul, ciudad de la Madre y de la Historia.
“Cada vez me frecuentaba el mismo sueño…”, comienza así el poema Santa Sofía de Estambul, y termina de esta forma: “…Y los recuerdos consternaron mi corazón”. Sueño y corazón, deseo, anhelo, imaginación, emoción, sentimiento…, todo esto junto; eso es la poesía de Amelia Moncada Georgiades, y sus pasos solitarios y fecundos por los rincones de un Oriente que ella ya llevaba en lo hondo de sí misma, incluso mucho antes de saberse sustento de un amor lejano, medida de lo cierto y lo soñado, lo vivido y lo esperado.
De todo ello nos hablará Amelia Moncada Georgiades el próximo jueves, 25 de abril, en el Museo Ramón Gaya de Murcia (ocho de la tarde). Elegido por la poeta para ejercer como su presentador del acto, mis palabras seguirán el rastro de Anna Capsomúnoglu, como ya hice decir a la hija (trasvasada a un poema que le dediqué), por “las cubiertas de los paquebotes,/ las muchas calles que todavía conservan/ (como en el tiempo en blanco y negro/ de Ara Güler) las piedras y tus pasos/ de muchacha apresurada, amante madre”.
Soren Peñalver