Le da sus ojos para deleitarse
sobre el hechizo de su mirada.
Deja que se posen en los suyos,
en el silencio de la noche.

Permanece el amante solitario
esperando impaciente su regreso.
Mira a través de la ventana
para ver si viene su idolatrada.

La mirada de ellos está lejana
y es laborioso conseguirla.
Esa impaciencia los desespera
y sus ánimos quedan lastimados.

Siguen sintiendo en sus almas
los sentimientos que por azar
sólo ellos descubrieron
y aún existen en sus corazones.

Ella quiere siempre su presencia;
lo busca, pero jamás lo encuentra.
Eso la desanima.
No ve la sonrisa que le satisface.

Se quedaron presos en el tiempo,
sin disponer nunca de su libertad.
Se verán solamente en el paraíso,
allí disfrutarán de su amor eterno.